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Mollepata IV: La naturaleza reclama a Choquechurco 

Es un camino con muchas curvas que no se adecúa al andar de un capitalino. Es un camino lleno de ramas de árboles, de plantas, de fango y de flores. Es un camino que tienes que enfrentar para llegar a Choquechurco, un atractivo turístico en potencia de Mollepata y uno de los tantos lugares arqueológicos de Cusco. Es un camino y una zona cultural que la naturaleza reclama, pues lo quiere hacer suyo. 

“Desde este punto solo caminan 10 minutos para que lleguen a la entrada”, dijo tras dejarnos en un paisaje sacado de una pintura al óleo, el propietario de un recio station wagon verde. Nos despedimos y agradecimos con 30 soles sus servicios por habernos traído desde el centro de Mollepata. 

En los extremos del sendero, chispazos morados y amarillos sobresalían de una frondosa vegetación; en el centro, un árbol con ramas caídas y una laguna azul oscura con pretensiones de espejo. “Apresuremos el paso, el sol está potente”, nos despertó Sonia, mi suegra, e instó a caminar. 

Tuvimos suerte de llevarla de guía mi esposa y quién escribe. No hubiésemos hecho más que perdernos, solos ahí, en un bosque con brazos que detienen tu caminar, como queriendo que te quedes. “Por aquí, pisen bien, cuidado con la cabeza”, nos aconsejaba una mollepatina bajita, pero empeñosa. 

Sonia, residente limeña por necesidad, nos contaba en cada cierto tramo anécdotas de infancia y en otros momentos, historias más contemporáneas de las veces que visitaron diversos sitios arqueológicos de su tierra. En esos momentos era una guía entusiasta, una suegra aguerrida, una mamá contenta y una abuela orgullosa por mostrar una parte de sus raíces: Choquechurco. 

Etimológicamente hablando a este centro arqueológico se le conoce como “lugar donde se colocaba el oro”, una denominación que le otorga dominio y grandeza. Choquechurco o “Choqe Churku”, ya no es abrazado por ese metal que funge de sol, sino por un verde que brilla con el rocío de las madrugadas y que espera a sus visitantes en aparente calma. 

Y es que desde su punto más alto puedes ver todo el entorno paisajístico del lugar y una red de caminos que inician o terminan en el centro poblado de Mollepata, uno de los 9 distritos de la provincia de Anta. Y en el cielo, que cada vez se siente más cerca, te encontrarás con una cadena de cerros, cuales gigantes que parecen querer abrazarte. 

El ascenso empezaba a doblegar la actitud de los participantes. Subida. Bajada. Un descanso. A la derecha. A la izquierda. Otro descanso. Cada paso te acercaba a los 3,200 msnm; el aire, resultaba difícil de aspirar; y el suelo, como todo el trayecto, trabajoso de transitar. En cualquier momento podías resbalar con altas posibilidades de chocar en el mejor de los casos contra una rama o contra un cojín hecho de pasto mojado. 

“Ya falta poco. Ahí arriba descansamos”, animaba nuestra guía un poco abatida. Ni para una mollepatina de pura cepa resultaba fácil este intrincado camino. Ni las ramas, un poco más gruesas que otras, convertidas en bastones para hacer trekking mejoraban el ánimo. Solo las botas pintaban mejor el panorama cada vez que recordábamos que fue bueno llevarlas. 

Hace menos de un año, arribar a Choquechurco requería cualidades de Indiana Jones, como el saber caminar y descubrir – en este caso redescubrir – detalles del lugar que intentan sobrevivir al paso de los años. Encontrarse y sorprenderse con algo era cuestión de tiempo. 

Y este grupo familiar se topó con una Chincana“¡Cuidado! Si entras ahí ya no sales”, advirtió nuestra guía. “Toma fotos desde aquí nomás”, complementó Kelly, mi esposa. Horas más tarde, en casa, las leyendas en torno a esa entrada muy parecida a una boca hambrienta y mal cuidada tomó una figura más peligrosa que cuando lo vimos.  

Algunos trabajos de investigación y restauración destacan una connotación peligrosa a estos túneles o cuevas que se conectan entre sí y propician el extravío. El Instituto Regional de Cultura Cusco expone como antecedentes históricos que el interés por el lugar creó relatos míticos, como el hecho de entrar y nunca más salir. Por otro lado, este mismo documento precisa que Chincana significa “perderse” en español. 

La Revista de investigación de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM, expone el relato de Julio Chalco Fernández “Chinkana y otros relatos” donde expone la dualidad de la estructura por tener una relación de fecundidad y de muerte. Pero el mito que pasea de oído en oído es el del choclo de oro macizo. 

En la cima 

Quince minutos más tarde logramos nuestro cometido. Sentados, tomando aire, bebiendo agua intercambiábamos apreciaciones sobre uno de los terraplenes ceremoniales de la zona arqueológica en donde estábamos. La vegetación nos llegaba a las rodillas. Girasoles, por un lado, pasto por el otro o entre las rocas. No molestaban. De hecho, hasta le daba más vida al lugar.  

La historia cambio cuando se nos hizo difícil distinguir qué piedras eran de posible uso ceremonial de las que no. Cualquier persona puede afectar el espacio sin tener malicia en sus actos, lo cual se debe también a la falta de cuidado en el lugar. 

Solo tres letreros encontramos en todo nuestro trayecto y estaban muy alejados entre sí. Estos tenían el sello del Ministerio de Cultura y te indicaban lugares importantes. Hacía falta más de ellos por toda la zona arqueológica, ya que más tarde en internet descubrimos dos cosas: hay más atractivos y que lamentablemente la vegetación afecta los muros y paredes que fueron labrados finamente por nuestros antepasados. 

Choquechurco no solo tiene un acceso y salida. Probablemente, los otros caminos también estuvieron igual de poblados por árboles nativos como el thasta, chachacomo, keuña, kiswar, molle y abundante y largo pasto. 

Era hora de bajar. Pese a la satisfacción de haber llegado, el sentimiento de un lugar poco cuidado se veía reflejado en nuestros corazones al irnos conversando del centro ceremonial. Una zona arqueológica tan imponente como la de Choquechurco cuenta con un potencial turístico que cualquier otro pueblo aprovecharía. 

Por el momento, la única que lo abraza más es la naturaleza. Ella lo reclama y con todo el derecho, pues lo que fue en algún momento natural lo transformó el ser humano. Depende de nosotros aprovechar lo que significa Choquechurco en temas culturales y económicos para el desarrollo de los mollepatinos y los peruanos. Ahora, nos toca reclamar. 

Choquechurco en el 2023 

Choquechurco parece mejor cuidado. Más letreros del Ministerio de Cultura se ven en la zona. Incluso, una entrada con letras amarillas grandes que forman el nombre del lugar te invita a pasar. Entre la docena de fotos que muestra el Google Maps de un evento que representa y celebra rituales de antaño, de autoría de “DICARTEX”, se logra entrever una carpa de la Municipalidad Distrital de Mollepata. ¿Buenos indicios? Esperemos que sí. 

Alfredo Palacios V.
Alfredo Palacios V.

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